domingo, 8 de junio de 2014

De nuevo, Cien años de soledad, García Márquez


No es lo mismo leer una novela en la adolescencia que hacerlo en la madurez. Algunas que nos entusiasmaron entonces no pasarían ahora del primer capítulo y las que se continúan no tienen mucho que ver con aquellas , aunque sean las mismas.
Cien años de soledad no es la misma que leí entonces, aunque sus palabras sean iguales. Hay cantidad de matices que antes no capté,episodios que no supe leer, voces que no distinguí; deseosa de desentrañar esa maraña de nombres iguales que inundan la novela.
Me encantaría seleccionar el tema que más me ha gustado, pero siempre habría otro que merecería anteponerse. Por eso, he elegido un texto que me ha impresionado porque no recuerdo a nadie que, como García Márquez, haya sabido rodear la muerte de tanta poesía.


"Poco después, cuando el carpintero le tomaba las medidas para el ataúd, vieron a través de la ventana que estaba cayendo una llovizna de minúsculas flores amarillas. Cayeron toda la noche sobre el pueblo en una tormenta silenciosa , y cubrieron los techos y atascaron las puertas, y sofocaron a los animales que durmieron a la intemperie. Tantas flores cayeron del cielo, que las calles amanecieron tapizadas de una colcha compacta, y tuvieron que despejarlas con palas y rastrillos para que pudiera pasar el entierro."