Sencillamente geniales y llenos de imaginación. Para muestra, este fragmento
La fiebre constituía siempre un acontecimiento singular, como la nieve o el granizo. Aquel año le sorprendió redactando un informe comercial con el que se jugaba el puesto. Mientras escribía, las ingles se le llenaban de sensaciones y su piel adquiría la transparencia del hierro al rojo vivo. En eso, entró el director para interesarse por la marcha del informe. Mientras le atendía cortés, aunque mecánicamente, imaginó, para atenuar las dificultades respiratorias, que sus pulmones estaban poblados por bosques de pinos, álamos y abetos. Así, cada vez que respiraba, una corriente de aire movía alegremente las minúsculas ramas de los árboles ventilando su pecho. También había pájaros que volaban entre los bronquiolos y anidaban en las vesículas aéreas. El director le ofreció un cigarro, pero él lo rechazó para no ahumar su paisaje. En un acceso de tos le pareció que había expulsado algo con plumas que fue a depositarse sobre la funda de las gafas. Disimuladamente, sin dejar de hablar, tomó una lupa que había sobre el escritorio y lo examinó. Era un canario; tenía las plumas amarillas y el pico naranja. Respiró aliviado: por un momento había temido que se tratara de un gorrión.