Aunque Elpidio no conocía aún a la marquesa de Morquintián, tomó, al hacerse cargo del condado, una decisión similar a la de ella: decidió acortarse el nombre para que le fuera mejor a su figura y, desde entonces, se hizo llamar Pi de Morpeguite.
Pi era un joven feliz durante seis meses del año; los otros seis languidecía en su mansión sin apenas salir de sus aposentos más que para asistir al baile de disfraces que en el mes de febrero se celebraba en todas las villas a la redonda. Allí ocultaba su pena bajo una estridente peluca de la que colgaban serpentinas y globos de colores. Y es que, al llegar el otoño, los rubios cabellos de Pi se iban cayendo como hojas marchitas y dejaban su cocorota monda y lironda hasta la nueva primavera, en la que brotaban de nuevo, como las flores del membrillero.
continuará...
1 comentario:
¿Va a haber una continuación de esta parte,la puedes poner pronto?
Mario
Publicar un comentario