jueves, 29 de noviembre de 2012
José Manuel Caballero Bonald, Premio Cervantes 2012
Espera
Y tú me dices
que tienes los pechos vencidos de esperarme,
que te duelen los ojos de tenerlos vacíos de mi cuerpo,
que has perdido hasta el tacto de tus manos
de palpar esta ausencia por el aire,
que olvidas el tamaño caliente de mi boca.
Y tú me lo dices que sabes
que me hice sangre en las palabras de repetir tu nombre,
de golpear mis labios con la sed de tenerte,
de darle a mi memoria, registrándola a ciegas,
una nueva manera de rescatarte en besos
desde la ausencia en la que tú me gritas
que me estás esperando.
Y tú me lo dices que estás tan hecha
a este deshabitado ocio de mi carne
que apenas sí tu sombra se delata,
que apenas sí eres cierta
en esta oscuridad que la distancia pone
entre tu cuerpo y el mío.
jueves, 11 de octubre de 2012
Premio Nobel de Literatura 2012

miércoles, 29 de agosto de 2012
Juego de Tronos

jueves, 28 de junio de 2012
Génesis, de Bernard Beckett
viernes, 15 de junio de 2012
Para pasar un buen verano

El Camino, de Miguel Delibes
El niño con el pijama de rayas, de John Boyne


Un tipo encantador, de Marian Keyes
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sábado, 19 de mayo de 2012
Adios a Carlos Fuentes
lunes, 23 de abril de 2012
23 de abril , Día del Libro
martes, 10 de abril de 2012
Si os ha gustado El diario rojo...

Si habéis disfrutado con estas lecturas, seguro que os gustará El diario azul de Carlota, sobre los malos tratos que , en un principio, pueden pasar desapercibidos y que os ayudarán a detectar comportamientos machistas.
Y si queréis saber más sobre drogadicción y consumo, acercaos al último de la colección, El diario amarillo de Carlota.
Que disfrutéis y aprendáis mucho con ellos.
domingo, 4 de marzo de 2012
La historia de Ur de Morquintián (continuación)
La madre de Ur también tomaba parte en la competición y tuvo la gentileza de regalarle a su hija la primera lana de las primeras ovejas trasquiladas. Ur decidió hacer una manta con la lana, pero eran tan cortos los días, que nunca la empezaba pues, si salía el sol, corría rápida a recibirlo. Pronto se acostumbró a pensar cuando se acostaba:
si Dios con bien me levanta,
he de hilar para una manta”
para replicar a la mañana siguiente:
“¡Qué manta ni qué cuerno!
¡Venga sol y día bueno!”
Ur, como se ve, nunca había sido muy trabajadora, así que la manta durmió en sus sueños hasta que Pi la tejió …, pero ése es otro cuento.
Por su parte, Pi llevó a su amiga a ver su árbol. En Morpeguite había un árbol de sueños en el que se colgaban aquéllos que destacaban por su belleza. Algunos eran pequeños; otros, por el contrario, resaltaban fuertes entre las ramas. Los sueños se iban apagando poco a poco, a medida que sus poseedores los iban olvidando (porque ya se sabe que los sueños son como el humo), pero, mientras existían, colmaban de felicidad a todo el condado. Una vez, un chistoso colgó una pesadilla, fea y retorcida, y las ramas que tenían sueños se separaron de ella, con lo que el árbol tuvo una figura deforme hasta que la pesadilla desapareció ( y es de todos sabido que las pesadillas duran más que los sueños…).
Un día, Pi soñó que Ur lo miraba con ojos de azúcar y que pasaba las manos amorosamente por su cabeza pelada. Se sintió tan bien que , tan pronto se despertó, fue corriendo al árbol de los sueños para colgarlo. Tenía unos colores tan intensos que no desapareció hasta que se hizo realidad.
Cuando Ur visitó Morpeguite, Pi la llevó a ver el árbol de los sueños. Ella se fijó en el que él había colgado.
- ¡Qué bonito! ¿Qué significa?
- No se puede decir, no se cumpliría nunca.
- ¡Cuánto me gustaría soñar algo así!- suspiró.
- No lo necesitas – Pi intentó ser galante-. Tú deberías ser colgada del árbol.
Ur abrió los ojos como platos al tiempo que se tocaba la garganta como si tuviera una cuerda asfixiándola.
- Quiero decir- se excusó Pi- que tú eres tan bonita como un sueño.
- ¡Ahhh!- se relajó Ur mientras se ruborizaba de azul-. Tú también lo eres, sobre todo en otoño.
(continuará...)
jueves, 23 de febrero de 2012
Cometas en el cielo, de Khaled Hosseini


En Afganistán, dos niños pertenecientes a clases sociales distintas viven una infancia feliz hasta que su amistad se ve truncada por un hecho que los separará irremediablemente. Pero el futuro está ahí , perdonando y dando una segunda oportunidad.
A través de la mirada de sus protagonistas, vemos un Afganistán anterior a la dominación rusa en el que se desarrollará la época más feliz, y un país en manos de los talibanes, arruinado y atemorizado.
Un gran libro, a pesar de que algunos episodios pueden resultar duros para el lector más joven.
Su continuación ya está ahí: Mil soles espléndidos; cuando la lea, os informaré de si es tan buena como la primera.
lunes, 6 de febrero de 2012
La sociedad literaria y el pastel de piel patata de Guernsey

martes, 3 de enero de 2012
La historia de Ur de Morquintián (continuación)
Por fin, coincidieron en el baile de Carnaval. Él la reconoció enseguida por sus rizos y por la mancha azul de su vestido. Se acercó a ella.
- ¿Te gustaría bailar?- preguntó Ur al verlo.
- ¡Claro que me gustaría!- contestó él con una amplia sonrisa.
Y juntos se fueron dando saltitos sobre una pierna y levantando los brazos para dar palmas al ritmo de la música.
Desde entonces, no se separaron. Ur de Morquintián y Pi de Morpeguite se hicieron una pareja habitual y asistían a todos los acontecimientos de sus territorios.
Ur invitó a Pi a la fiesta del trasquilado de las ovejas que una vez al año se celebraba en Morquintián. Cada pastor o pastora ataba a una pata de cada animal un signo distintivo: unos , un cascabel; otros, una cinta; los más, un brazalete con su nombre. Así, podían reconocerlas y trasquilarlas. Quien primero acababa conseguía un cartel con la palabra “Premio”. Como las ovejas de todos los participantes se mezclaban, había que estar muy seguro de haber trasquilado todas las del rebaño propio antes de levantar la rama de laurel del vencedor, pues , si una sola había quedado olvidada, el galardón iba a parar al que lo hacía notar; así que, no sólo había que estar atento al rebaño de uno, sino también al del vecino.
Una vez, la Comisión de Trasquilado había decidido que cada rebaño fuese identificado con una flor. Fue un desastre: las ovejas se las comieron y no hubo forma de saber de quién era cada una, así que, al acabar, se las hacía salir de dos en dos por el redil ( de ahí viene lo de “cada oveja con su pareja”) y se repartían entre los participantes, que, enfadados, pretendían ser los dueños de las más gordas y saludables.