jueves, 3 de marzo de 2011

Noche de bodas, de Blasco Ibáñez



Esta novelita corta , en cuatro capítulos, nos cuenta cómo la felicidad no está en disfrutar de una mejor posición social. Vicente Blasco Ibáñez la escribió de forma realista, al igual que el resto que puedes leer en este mismo portal si ésta es de tu agrado.
Espero que te guste y que me dejes tu comentario.

1 comentario:

Ángela 3ºB dijo...

NOCHE DE BODAS:
En Benimaclet se produjo un gran día de fiesta, debido a que uno de sus paisanos se había convertido, tras años de estudio, en cura. Todo estaba decorado con cosas que no eran precisamente baratas para unos simples campesinos, pero la ocasión lo merecía. El nuevo cura era Visantet, el hijo de la señora Pascuala y el tío Nelo. La madrina de aquella boda con Dios era una señora de Valencia que había pagado la carrera de Visantent. Las numerosas flores fueron preparadas por la señora Tona y su hija. Para el pueblo, todo aquel lujo era nuevo y creían estar en el mismísimo cielo. Después de la celebración, el cura estuvo a punto de desmayarse, pero los labios frescos de Toneta en su mano lo reanimaron.
Durante la comida que se celebró posterior a la misa, Visantent recordaba cómo había llegado allí. También recordaba su infancia junto a Toneta y los muchos buenos momentos que habían pasado juntos. Él consideraba a la mujer como una bestia que tentaba a los hombres al mal, pero Toneta no era para él una mujer, sino una hermana que le acompañaba desde su infancia. La madre de Toneta le pidió que fuese él el que celebrase el casamiento entre su hija y Chimo. A él le pareció totalmente normal y accedió.
Casó a Toneta y a partir de ese momento se dio cuenta de que la quería. Comenzó a odiar a Chimo, porque iba a ser el que disfrutara de Toneta y él, en su papel de cura, no podía. Después de la boda se fue a casa y ahogó sus penas emborrachándose y durmiendo para poder pasar la jaqueca.
Cuando despertó recordó que aquella había sido la noche de bodas para Toneta. Se sintió tremendamente mal, porque Toneta había pasado una noche de pasión con Chimo, y esa noche la quería para él. Pensó que si nunca se hubiese convertido en cura, él sería el que estuviese disfrutando de esa mujer. También llegó a la conclusión de que esa elevada posición social que ahora ocupaba, conllevaba sacrificios y no poder disfrutar del sexo, aquello que tan bien conocían los demás hombres. No estaba del todo seguro de que valiese la pena pagar ese precio.